Alerta de Tsunami

Era una tarde de un mes cualquiera en una de esas playas paradisiacas en las que la arena es finísima, el agua es cristalina, la vegetación se mezcla con la arena y el atardecer proporciona un espectáculo digno de una película.

Los últimos rayos de sol reflejaban un color anaranjado de la puesta de sol sobre el mar. Notaba la ligera brisa marina sobre mi cuerpo y mi cara, llevaba el pelo recogido con una preciosa flor color malva que de un modo muy cuidadoso me había colocado uno de mis mejores amigos, todo mi cuerpo reflejaba una sensación de paz con el sonido del mar de fondo mientras paseaba por la solitaria y agradable playa con una sonrisa de idiota. Estaba absorta en ese momento de feliz paz mental hasta que de repente oí la señal ¡alerta de tsunami!

¡TSUNAMIIII!

En aquel momento no sé cómo ni porqué, (ni de dónde salió toda aquella gente), empecé a recordar todo lo que había leído y visto sobre tsunamis y me ví escudriñando el lugar en busca de un edificio con los cimientos de hormigón, no sé cómo me convertí en “dirigente” de aquellas personas, empecé a organizarlas y empezamos a subí a la azotea de aquel edificio.

Misteriosamente cuando sonó la alarma no tenía miedo, el miedo vino después, cuando me vi con aquellas personas que no conocía en la azotea de ese edificio, ¿y si aquello no funcionaba? ¿Y si íbamos a morir? Todos mirábamos al mar en señal de su retirada. No sé porqué preveía este tsunami, algo dentro de mi sabía que iba a llegar pero uno nunca se siente lo suficientemente preparado para afrontar algo así. Solo para poner los medios que tiene a su alcance y yo los tenía, tenía los conocimientos, me había estado informando había puesto todo de mi parte. La sensación era extraña, calma y miedo a la vez.

Entonces lo vimos, el mar empezó a retirarse, la paya estaba desierta y aquellos extraños resultaron no serlo tanto, empezamos a juntarnos los unos a los otros, nos abrazamos mientras mirábamos el mar. Según se iba retirando el mar pensé en mi familia, en mis amigos, en personas especiales a las que me gustaría decirles cosas, en mí misma, en mi vida… el mar estaba agolpado en una gigantesca masa de agua negra, de repente se paró a los lejos… todos sabíamos que venía , abracé fuerte al niño que estaba a mi lado y mirándole a los ojos le dije “tranquilo, todo va a salir bien”, le cogí la mano lo más fuerte que pude, algo dentro de mi sabía que sobreviviríamos.

Me desperté empapada, era una pesadilla.

Aquello me hizo pensar , pensar en cómo planificamos nuestras vidas, cómo nos intentamos proteger de cosas reales o imaginadas, (la mayoría miedos imaginados). Y al final los tsunamis vienen cómo y cuándo quieren, el poco control que tenemos sobre nuestra existencia.

Creo que lo más importante no es que vengan tsunamis, sino la percepción de poder manejar la situación, es decir, en momentos de crisis desplegar la capacidad de buscar un edificio con cimientos sólidos, de tener algo de información sobre las catástrofes, de arrojar esperanza sobre las situaciones por muy desbordantes y angustiosas que parezcan; una vez hecho todo eso, la otra parte que no podemos controlar (los tsunamis) esperar a que pase el temporal, porque pasará.

Ningún tsunami es eterno, tiene dos sacudidas, el azote del propio tsunami en sí y el mar volviendo a su calma. El golpe y su duelo por lo que antes fue y nunca volverá a ser, será otro mar distinto, pero será.

Todo pasa y todo queda pero lo nuestro es pasar

….

“Cuando el jilguero no puede cantar. Cuando el poeta es un peregrino,
cuando de nada nos sirve rezar.
Caminante no hay camino,
se hace camino al andar

Antonio Machado.

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