Lo primero que queremos hacer es agradecer tu confianza, nos gustaría darte la bienvenida y explicarte cómo podemos ayudarte.
Hemos elegido como nombre de nuestro centro Serendipity Psicología ya el término Serendipity refleja el hecho de encontrar un hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual. En nuestra experiencia esto es lo que ocurre en terapia. Normalmente cuando acudimos a un o una terapeuta nos encontramos en una situación de crisis, hay algo que nos desborda y que tenemos la sensación de no poder manejar, es entonces cuando pedimos ayuda profesional. A veces, incluso no sabemos qué es lo que nos está agobiando, pero sí notamos que estamos inquietos o inquietas y que no tenemos herramientas para hacer frente a dicha situación.
Siguiendo con la analogía de Serendipity, lo que nosotras hacemos es formar un equipo investigador entre paciente y terapeuta, en el que a través de los detalles vamos contestando cómo y en qué circunstancias hemos llegado a terapia, cómo ha sido nuestra vida, porqué en este momento recurrimos a una ayuda profesional… Una buena evaluación nos da la oportunidad de comprender dicho problema desde todos y cada uno de sus ángulos. Llegando a producirse ese “hallazgo valioso de manera accidental”.
Una vez que hemos identificado con qué nos conecta ese problema, cómo funciona, en qué momentos aparece, ante qué personas… veremos qué tipo de técnicas son las que más se ajustan para poder enfrentarte a tu problema desde otro ángulo.
La evaluación corresponde a las primeras fases del proceso de terapia. Es decir, solemos emplear unas 4 sesiones de 50 minutos cada una en las que nos iremos conociendo, te haremos preguntas relacionadas con tu problema, cómo ha sido tu vida, cómo has llegado hasta aquí, cómo has manejado las dificultades relacionadas con tu problema… Todas esas preguntas nos ayudan a conocerte y, además, es fundamental crear un clima de confianza entre paciente y terapeuta para que tú te sientas cómodo o cómoda y puedas acudir a terapia de una forma relajada.
Los objetivos fundamentales en esta primera fase son: sentar las bases de una adecuada relación terapéutica, conocerte más en profundidad, detectar qué factores influyen o intervienen en tú problema y cómo se ha ido generando.
Realizamos una sola sesión de devolución de información, en esta sesión te explicaremos pormenorizadamente qué hemos detectado en la evaluación y cómo vamos a trabajarlo. Resolveremos dudas, te explicaremos todo lo que necesites, etc.
Las sesiones tienen una hora de duración, vamos a trabajar con diferentes técnicas de psicoterapia breve y/o de terapia cognitivo conductual. Elegiremos las que consideremos que más te pueden ayudar en cada momento para conseguir esos objetivos que hemos acordado previamente de una forma más eficaz. Siempre tendremos en mente la focalización sobre dichos objetivos terapéuticos.
Normalmente, las primeras sesiones de tratamiento las realizaremos con una periodicidad semanal, cuando veamos que vamos consiguiendo los objetivos pautados empezaremos a espaciar las sesiones a quincenales, después pasaremos a realizar una sesión al mes y por último concluiremos haciendo una revisión a los tres meses y otra a los seis meses.
No obstante, si hubiese algo en lo que nosotras no estemos especializadas, te escucharemos sin problema y te ayudaremos a buscar otro/a profesional que pueda tratar tu problema.
Para terminar la terapia tenemos que cumplir un objetivo que nosotras consideramos fundamental, y es que a persona se sienta lo suficientemente capaz de hacer frente tanto al problema original que le trajo a terapia como los distintos avatares que podemos encontrar en la vida.
Hemos ido trabajando de la mano siendo un soporte para la persona que viene, pero el objetivo último es que la persona pueda hacerlo sola. Trabajaremos al menos una sesión de “prevención de recaídas”, es decir, plantearemos la opción de que dicho problema apareciese de nuevo, evaluando qué opciones tiene la persona para enfrentarlo, qué podría hacer…
Se basa en identificar los procesos de pensamiento, hábitos, así como patrones de conducta que te están haciendo sufrir o no son adaptativos para cambiarlos.
.Consiste en la selección de un recuerdo traumático para la persona, mientras el/la terapeuta realiza una estimulación bilateral del cerebro del paciente.
.Es una terapia en la que vamos a trabajar delimitando unos objetivos muy concretos, que van a ser la guía sobre la que focalizaremos toda la atención de la terapia.
.Es una pregunta compleja, ya que cada persona puede tener un criterio muy distinto para consultar a un o una psicólogo/a.
En líneas generales cuando hablamos de terapia individual podemos decir que es importante acudir a un/a psicólogo/a cuando nos sentimos desbordados, cuando queremos cambiar cosas de nuestra forma de ser, mejorar la forma en la que nos relacionamos con los demás, trabajar la ansiedad, miedos, preocupaciones, cuando no nos sentimos capaces de hacer algo que nos gustaría… En definitiva, la terapia nos sirve para ser más libres respecto a nosotros/as mismos/as.
En terapia infanto-juvenil es muy común acudir a un/a profesional de la psicología cuando nos señalan desde el colegio o el instituto que nuestro/a hijo/a necesita ayuda, o cuando somos nosotros/as como padres y madres los que estamos preocupados por algún tema que no sabemos cómo abordar con ellos/as.
Por último, en terapia de pareja la decisión de venir debería ser conjunta y consensuada.
En cualquiera de los casos, acudir al psicólogo/a es una decisión valiente ya que implica querer cambiar y eso no es fácil, significa querer conocerte mejor, aprender nuevas estrategias, trabajar en equipo para sentirte más capaz y más libre. Obviamente seguirán apareciendo problemas en tu vida, pero te sentirás más capaz de manejarlos o de afrontarlos de otra manera.
Pedir ayuda
Acudir a terapia tiene connotaciones muy distintas para cada una de las personas, una de ellas es el hecho de pedir ayuda. Determinadas personas piensan que si piden ayuda es un sinónimo de fracaso debido a que él o ella no ha sido capaz de manejar solo/a una determinada situación o un estado emocional, en este caso como psicólogas pensamos que pedir ayuda no es más que un signo de salud. En este punto, nos gustaría invitarte a reflexionar con nosotras, ¿cuántas personas de tú alrededor crees que necesitarían o les vendría bien visitar a un/a psicólogo/a? De esas personas en las que has pensando, ¿cuántas lo hacen? Ir al/a psicólogo/a siempre es un paso de valientes, reconocer cosas que me gustaría hacer de otra manera, querer cambiar, mejorar mi calidad de vida, etc, no es fácil. Cuando decimos que acudir a un/a psicólogo/a es un síntoma de salud, nos referimos a que las personas que peor están psicológicamente son las que ni tan siquiera reconocen que tienen un problema y que necesitan ayuda.
Si voy al/la psicólogo/a es porque estoy loco/a
Aún nos pesa la idea de que al psicólogo/a acuden personas que están locas. Nuestra respuesta a esa afirmación es rotundamente no, las personas que acuden al/la psicólogo/a son aquellas que han encontrado una solución no adaptativa a una determinada situación en su vida, o a un problema familiar, que en cierto modo mantiene un “equilibro” pero no me hace feliz, por ejemplo, puede que no me de permiso para estar mejor debido a que si mejoro quizá tendría que enfrentarme a un problema de pareja; solemos referirnos a un modo de comportarnos que aprendimos en un determinado momento de la vida, en el que fue adaptativo pero que a día de hoy no nos sirve.
No obstante, a un profesional de la salud mental se puede acudir por una variedad de temas muy amplios desde mejorar la autoestima hasta un problema del espectro psicótico.
No quiero hablar de…
A veces tenemos miedo a pedir cita porque quizá hay algún tema del que no queremos hablar, que nos asusta o que nunca le hemos contado a nadie y nos avergüenza profundamente. En este caso, nuestra labor como terapeutas es establecer una muy buena relación terapéutica para que puedas confiar en nosotras. Es importante recordarte que como psicólogas debido al código deontológico de la psicología estamos obligadas a guardar secreto profesional, (excepto en dos ocasiones: que vayas a poner en riesgo tú vida o la de otros). Esto significa que todo lo que nos cuentes (excepto estas dos situaciones), es estrictamente confidencial.
“No voy por mí, voy porque me obligan”
Cuando alguien acude a terapia en esta tesitura tendremos que evaluar la demanda por la que “te han obligado” a venir a terapia. Si la persona no está motivada es muy difícil obtener buenos resultados. No obstante, veremos qué cosas quieres trabajar tú y en qué medida te afecta lo que tu entorno está pensando de ti.
Tengo miedo a que el/la psicólogo/a no me guste
Este miedo o preocupación es algo habitual, no sabemos cómo es esa persona o si nos va a entender o si ha visto a otras personas con un problema parecido al mío… En este aspecto, nos gustaría decirte dos cosas fundamentalmente, por un lado, nunca nos hemos visto en la situación de no entender por qué nuestros pacientes son de una determinada manera o se comportan como tal. Nuestra labor como terapeuta, no es criticar, ni juzgar tu vida, ni decirte lo que tienes qué hacer con ella, sino entenderte y ayudarte, ver dónde estás bloqueado/a y ayudarte a dar ese paso que quieres y no puedes hacer. Por otro lado, puede efectivamente que no te gustemos como terapeutas, en ese caso, lo más importante es ponerlo encima de la mesa para que podamos ayudarte a buscar otra persona que se adapte más a lo que tú quieres o necesitas y sobre todo para no perder ni tu tiempo ni tu dinero.
Esta cuestión no la plantearía como algo excluyente sino más bien como necesaria y lo complementaria en algunos casos.
Lo primero que nos gustaría aclarar en esta pregunta es la diferencia entre un/a psicólogo/a y un/a psiquiatra. Un/a psiquiatra es un médico especialista en salud mental, por lo tanto, en España son ellos/as los que tienen facultad para poder recetar fármacos. Pueden hacer psicoterapia si se forman en ella, en cambio, el/la psicólogo/a en ningún caso en España puede recetar medicamentos. Sí podemos ponernos en contacto con el/la médico de cabecera o el/la psiquiatra para trabajar conjuntamente, pero en ningún caso podemos recetar.
Cuando una persona acude a terapia hay veces que no podemos trabajar solo con la psicología, por ejemplo, en una depresión muy grave podemos intentar hacer muchas cosas desde la psicología pero si no hay un adecuado acompañamiento farmacológico la persona va a estar muy poco permeable a las ideas o cuestiones que podríamos plantear en terapia. Para poder hacer terapia de manera adecuada la persona debe encontrarse lo “suficientemente despierta” para poder razonar. Cuando hacemos terapia con niños/as cuidamos mucho la hora de la cita, ya que quizá a las 20.00 un/a niño/a de 4 años tiene sueño o es su hora de cenar y no va a estar en condiciones de poder trabajar adecuadamente. Con un adulto, es exactamente igual, por ello, muchas veces el tratamiento debe ser conjunto.
La duración de un tratamiento psicoterapéutico depende de muchos factores. Lo primero es realizar una buena evaluación para determinar cómo vamos a trabajar y qué objetivos vamos a proponer. Un aspecto fundamental es tener claro la línea de partida, dónde queremos llegar, hasta dónde estamos dispuestos a cambiar y una buena alianza terapéutica.
Un tratamiento “estándar”, cuando uso el término “tratamiento estándar” me refiero a aquellos tratamientos en los que la persona no tiene ningún problema de personalidad de base, sino que quiere conseguir unos objetivos muy concretos y la situación que tiene alrededor es favorable para conseguirlo. Un tratamiento de este tipo suele durar unos 6 meses con una periodicidad semanal, quizá en los dos últimos meses podríamos poner las sesiones quincenales. Depende mucho de la persona y sus circunstancias. En un caso así estaríamos hablando de unas 30 sesiones.
En problemas muy complejos, o con unos objetivos muy elevados podríamos hablar de una terapia de 1 año y medio de duración.
Queremos subrayar que hasta no haber realizado una buena evaluación, no podemos determinar aproximadamente el número de sesiones.
Nuestra forma de trabajar en terapia es siempre por objetivos, esos objetivos tienen que tener unas determinadas características:
Deben ser concretos, por ejemplo, si hablamos de mejorar la autoestima, eso no sería un objetivo concreto, sino que tendríamos que detallar en qué áreas de tu vida te muestras inseguro.
Basados en uno/a mismo/a. No podemos poner como objetivo terapéutico en terapia de pareja que mi pareja cambie, esa persona cambiará si lo considera necesario o importante, dentro de los objetivos de pareja habrá objetivos comunes e individuales, y en los individuales tendremos que pensar qué puede cambiar cada uno para mejorar esa situación conjunta. Siguiendo con el ejemplo, quizá el objetivo no sería pedir que mi pareja no se enfade, sino aprender yo a gestionar esas situaciones o por qué me engancho en esos enfados del otro.
Estar abierto/a a sugerencias por parte del/la terapeuta. A parte de los objetivos que tú propones en terapia, te ayudaremos a fijar otros que tras la evaluación hemos considerado que podrían ser importantes y mejorar tu calidad de vida.
Alcanzables. Hacer terapia no significa cambiar a la persona, sino que tratamos de mejorar aquellos aspectos en lo que quiere hacer algo y no puede, fomentando así su empoderamiento.
Medibles en el tiempo. Normalmente ponemos los objetivos por escrito para que podamos ir revisándolos según va avanzando la terapia, y así los vayamos evaluando.
El objetivo último de la terapia nunca ha de ser que la persona deje de sufrir o erradicar las mal denominadas emociones negativas (tristeza, miedo, culpa…) si estas no estuviesen probablemente no estaríamos vivos/as hoy en día, si no que estas emociones no produzcan sensación de angustia, que la persona no se sienta desbordada por ellas, es decir, que pueda tolerarlas y gestionarlas. Sería poco realista hacer una terapia en la que terminásemos pensando que estas emociones no van a aparecer en nuestras vidas o que no son importantes para nuestro completo desarrollo emocional como personas. Por ejemplo, si no existiese la tristeza no podríamos superar y elaborar duelos en vida.
Para nosotras, algunos aspectos fundamentales a conseguir en todas y cada una de las terapias que realizamos es aumentar el grado de conocimiento de la persona, de su situación vital, de cómo ha llegado hasta aquí, cómo se ha formado y mantenido el problema, cómo es el sistema al que pertenece, por qué le cuesta cambiar, etc. Y sobre todo una mejora en su calidad de la vida, lo que va de la mano necesariamente de una disminución de su grado de sufrimiento. Además, es importante dotar a la persona de nuevas herramientas o estrategias de afrontamiento para que si esa situación se repite o se cronifica en el tiempo tenga otro tipo de alternativas.
Por último, queríamos señalar que todos los objetivos se establecen siempre de mutuo acuerdo entre el paciente y las terapeutas.