Las autolesiones

Cualquier acción que ocasiona daño hacia uno/a mismo/a puede considerarse como autolesiva.  Asumir ciertas decisiones que nos ponen en riesgo o no mantener un autocuidado general óptimo, son maneras de maltratarse. Aunque así sea, en este artículo emplearé el término autolesión para referirme a aquellas conductas que hieren o lesionan directa y deliberadamente al cuerpo, e inicialmente sin intención suicida. Algunos ejemplos de las autolesiones son:

  • Cortes en diferentes partes del cuerpo.
  • Golpearse.
  • Quemarse la piel.
  • Rascarse violentamente o morderse.
  • Consumo de tóxicos.

Comprendiendo las autolesiones

Algo esencial para entender este síntoma es asumir la diferencia entre lo simple de la conducta visible y lo complejo  de su origen y función/es. Aquello que está provocando y sosteniendo la conducta autolesiva es algo mucho más profundo y difícil de entender que lo visible desde fuera. Para acercarnos a esa complejidad, es útil tener en cuenta las experiencias de vulnerabilidad y/o violencia física o emocional que la persona ha sufrido. La historia previa de dolor, agresión y desamparo de la persona que se inflige lesiones a sí misma. En virtud de esa exploración, nos será ligeramente más sencillo comprender como alguien ha llegado a establecer esa relación de agresividad hacia su propio organismo.

Las autolesiones inicialmente suelen responder a esas experiencias antiguas de dolor, convirtiéndose en futuras estrategias de afrontamiento más o menos rígidas. Es decir, y por chocante que pueda resultar, la función que finalmente adquieren es la de gestionar experiencias internas extremadamente desagradables con objeto de sostenerlas. En el centro de las autolesiones hay una necesidad urgente de manejar una experiencia desorganizadora, algo que desborda y conecta con la vulnerabilidad del individuo. Es una medida extrema que se implementa ante circunstancias psicológicas desesperadas. Lo complicado de entender es que la conducta considerada problemática desde un punto de vista externo, para la persona que la implementa es una forma de solución.

Pese a todo y contando también con la historia de dolor de la persona, esta forma violenta de autorregulación no es casual. Ya se ha comentado que las personas que se autolesionan suelen conocer íntimamente la experiencia de dolor emocional o violencia física. Igual que solemos hablarnos como otros nos hablaron, tratamos a nuestro cuerpo como otros lo trataron.

Autolesiones y soledad

Las experiencias de base de violencia emocional contribuyen a generar la expectativa de que el dolor ha de ser gestionado en soledad. El daño procedente de otros/as hace que no se esté a gusto con y/o se desconfíe de los vínculos que se puedan establecer con otros/as. Desde ahí la tendencia puede ser al aislamiento emocional, al repliegue sobre sí misma/o y a la búsqueda de estrategias de autorregulación en soledad. Además, si no he aprendido de otros/as a regular mis emociones, difícilmente voy a contar con un repertorio óptimo y saludable de estrategias de autorregulación. Esto representa un factor de riesgo en las conductas autolesivas, que como ya se ha mencionado son una estrategia desesperada de autogestión emocional.

Además, las experiencias relatadas por personas que se autolesionan, a menudo tienen en común una sensación consciente de soledad o desamparo. A esto le sigue una gran dosis de tensión “liberada” mediante la autolesión que, exceptuando el consumo de tóxicos, suele hacerse también en soledad. A menudo esta conducta es ocultada y se mantiene en secreto, y genera vergüenza en la persona que la realiza.

Más allá de la autorregulación

Como ya se ha comentado, una de las funciones principales de la autolesión es sobrellevar una experiencia emocional intensa, potencialmente desorganizadora. Pensemos en el sufrimiento que debe estar padeciendo alguien para elegir la lesión como solución, como manera de afrontarlo. A continuación enumero algunas sensaciones generales que mencionan tener las personas que se autolesionan al llevar a cabo esa conducta:

  • “Sientes mucho, pero tras el corte no sientes nada”. En este sentido, el dolor físico que conlleva la lesión es una manera de “anestesiar” el dolor emocional  previo. El malestar emocional se alivia solo temporalmente, pues los motivos que lo generaron permanecen.
  • “La experiencia de dolor físico hace que te sientas vivo y real”. Las sensaciones generadas por la lesión hacen que la persona vuelva a conectar con su cuerpo. El dolor corporal es la forma de volver al aquí y al ahora, de evitar la desrealización.
  • “Siento que soy quien más daño puede hacerme”. La experiencia de abuso, maltrato y/o negligencia deja señales tan arraigadas que cualquier otra persona puede ser vista como un enemigo en potencia. Ante esta manera de interpretar el mundo, esta verbalización es una salida para no percibir la vulnerabilidad propia dentro de las relaciones. Mediante las autolesiones se busca en este caso un efecto de invulnerabilidad respecto a otros/as.

En este artículo se aborda el tema de las autolesiones de manera sencilla aunque el asunto para nada es simple. Podemos apreciar que es un síntoma complejo,  que encubre circunstancias y condiciones nada fáciles. En un proceso de psicoterapia se pone luz a aquello que hay más allá de lo observable, dentro de un espacio de seguridad. También se generan y aprenden estrategias alternativas de autorregulación para que la agresión autoinfligida ya no sea la  “forma de solución” ante las dificultades.

Cristina Albo Mulas

Psicóloga Sanitaria Nº Col.: M-32247

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