¿Qué son los mecanismos de defensa?

Los mecanismos de defensa son procesos psicológicos que se ponen en marcha al enfrentarnos a una situación, pensamiento, emoción o conducta ajena o propia que nos es desagradable y ante la que sentimos que carecemos de otros recursos para su abordaje. Su función por lo tanto es evitar o atenuar un malestar inminente, protegernos de ello y adaptarnos al medio. Es decir, cuando los activamos es debido a la detección de algo que representa una amenaza a la que creemos que no nos podemos adaptar y por lo tanto figura un peligro para nuestro equilibrio psicológico. Sirven pues para ayudarnos a sostener el peso de dichas ansiedades, sobrellevarlo y sobre todo seguir funcionando y desarrollándonos.

Recurrimos a estos mecanismos de defensa de manera inconsciente y automática. A menudo una de las funciones que cumplen es la de ejercer de barrera entre nuestra parte inconsciente y nuestra parte consciente. Así contienen o actúan como filtro, por ejemplo, ante aquellas emociones o impulsos que no nos podemos permitir sentir ni mucho menos mostrar o expresar, por presiones propias o del contexto.

Aunque a veces son útiles, hay momentos en los que su puesta en marcha nos reporta claras desventajas. Principalmente porque su uso nos separa de la experiencia en la que estamos inmersas e inmersos. Una experiencia que estimamos insostenible y por ello mediante estos mecanismos reconstruimos una visión alternativa de la realidad externa o interna que nos circunda, menos incómoda o más llevadera, aunque distorsionada. Si bien es cierto que todas y todos recurrimos al empleo de estos mecanismos en algún momento, no siendo esto necesariamente patológico o problemático. Lo patológico sería ver el mundo constantemente con las “gafas” de estas defensas, es decir, abusar de ellas.

Estos son algunos mecanismos de defensa:

Negación

Los mecanismos de defensa evitan o atenúan un malestar inminente, nos protegemos de ello y nos ayudan a adaptarnos al medio

Consiste en eliminar de la consciencia la realidad o rechazarla para evitar los sentimientos desagradables que su admisión generaría. Un ejemplo serían aquellas personas víctimas de violencia que niegan serlo y/o no reconocen que la otra persona les agrede.

Represión

A través de este mecanismo se mantienen ocultos e inaccesibles para la consciencia, recuerdos, pensamientos o emociones que resultan intolerables.  Un caso de ello puede ser no recordar algunas partes de una vivencia traumática o no reconocer ciertos impulsos en una o uno mismo/a.

Proyección

Este mecanismo de defensa se basa en  atribuir a otra persona pensamientos, emociones o comportamientos propios que nos resultan inaceptables. Es poner fuera de uno mismo algo que nos es propio. Cuando sentimos frecuentemente que alguien va a criticar algún defecto que tenemos, probablemente estemos proyectando en la otra persona nuestra crítica interna. Del mismo modo, cuando no “soportamos” alguna característica de alguien, es probable que estemos visualizando en esa persona algo nuestro que no nos gusta y nos esté resonando.

Desplazamiento

Al implementar este mecanismo se redirigen sentimientos desagradables que genera una situación o persona hacia otro evento o ser. Un ejemplo de ello sucede cuando una persona tiene un mal día por motivos concretos y descarga su rabia con alguien o algo que no tiene nada que ver con el origen de su disgusto. Otro modelo de desplazamiento frecuente se ve ante el duelo por el fallecimiento de un ser querido.  Hay quienes desplazan tanto dolor y miedo hacia un objeto o actividad, generándose una fobia específica. Por ejemplo, tras el fallecimiento de un familiar se da una fobia a volar (sin haber relación directa entre la muerte de esa persona y los aviones).

Disociación

Consiste en que la persona, ante una situación traumática y extremadamente dolorosa se desconecta de sí misma, de aquello que siente, piensa o hace. Un caso habitual que puede servir para ejemplificar lo dicho es que ante una situación traumática o de abuso se sienta lo que se está vivenciando, como parte de una película o que el cuerpo no nos pertenece.

Racionalización

Se basa en la búsqueda y asunción de un argumento “lógico” y sobre todo aceptable para justificar un sentimiento, pensamiento o acción, cuando realmente lo que subyace a ese sentimiento, pensamiento o conducta es un impulso inadmisible para la persona o su contexto. Po ejemplo, puede ser que una persona se describa a sí misma como alguien muy independiente y que no necesita de relaciones sociales cuando lo que subyace a ese argumento es un miedo al rechazo o al abandono.

Regresión

Desde este mecanismo se adoptan comportamientos menos maduros a los esperados según la edad de la persona. Es algo así como una vuelta a estadios evolutivos anteriores. Esto se vislumbra cuando un niño que ya ha adquirido el control nocturno de esfínteres, tras la separación de sus padres vuelve a mojar la cama. Otro ejemplo son las “rabietas” de personas adultas en un atasco de tráfico.

Sublimación

Mediante esta defensa se transforman aquellos impulsos, pensamientos o acciones “inaceptables”  y se convierten en comportamientos más deseables o  que se estiman más convenientes. Uno de los ejemplos más comunes es la transformación de esos impulsos en arte.

Formación reactiva

Se implementa cuando surge un impulso inconsciente que a nivel consciente se rechaza. Esto va a desembocar en que se ponga en marcha justo la conducta o se mantenga el pensamiento que va en dirección contraria al impulso inconsciente censurado. Es decir, se actúa de forma contraria a un deseo que se percibe negativamente. Por ejemplo, alguien que siente ira hacia alguno de sus progenitores pero se vuelca en sus cuidados y da muestras de afecto intensas hacia esa figura, puesto que rechaza sentir y mostrar esa hostilidad.

No podía finalizar este artículo sin añadir otro de los mecanismos de defensa esenciales: el humor. El propio Sigmund Freud decía que “el humor es la manifestación más elevada de los mecanismos de adaptación del individuo”. Este mecanismo nos posibilita contemplar una realidad angustiante con la distancia necesaria como para soportarla. No nos ayuda a resolverla, pero sí a reformularla en cierta medida y a sobrellevarla con un mejor estado anímico. Si se emplea adecuadamente no siempre va a alejarnos de la resolución  o de la aceptación del conflicto que hace que pongamos en marcha un mecanismo defensivo. Más bien nos hará contemplarlo de otra manera, encajándolo en nuestras vidas con menos dolor.

Cristina Albo Mulas.

Psicóloga Sanitaria Nº Col.: M-32247.

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