El duelo perinatal

El duelo perinatal es el proceso de duelo que acontece tras la pérdida de la criatura esperada durante el embarazo, el parto o al poco de nacer. Siguiendo el marco propuesto por la OMS, este duelo engloba a aquellas pérdidas situadas entre las 22 semanas de gestación y la primera semana de vida extrauterina. En la práctica y también dependiendo del autor, esta concepción se torna más flexible. Por lo general se suele denominar muerte perinatal a aquella que tiene lugar durante un periodo mayor al que la OMS propone.

A la pérdida del bebé esperado sigue un proceso de duelo cuyas fases son similares a las fases del resto de duelos. No obstante el duelo perinatal es un proceso que cuenta con ciertas particularidades que se aclararán más adelante.

Fases del duelo general:

En la elaboración de cualquier duelo se siguen una serie de etapas. La psiquiatra Elizabeth Kübler-Ross,  propuso que para la consecución de este proceso se han de atravesar 5 fases:

  1. Negación de la pérdida.
  2. Ira.
  3. Negociación.
  4. Depresión.
  5. Aceptación.

Por otro lado, otro autor, el psicólogo William Worden, propone que para la elaboración del duelo hay que realizar una serie de tareas. Estas tareas no han de realizarse necesariamente de manera lineal, de hecho lo más habitual es que haya avances y retrocesos:

Tareas para el duelo:

  • TAREA I: Aceptar la realidad de la pérdida. Guarda relación con la asunción de la  irreversibilidad de la pérdida y la imposibilidad de un reencuentro.
  • TAREA II: Trabajar las emociones y el dolor de la pérdida. En esta tarea la labor del doliente es, al contrario de lo que era en la primera tarea, puramente emocional. Es importante puntualizar que no todas las personas vamos a elaborar nuestros duelos con los mismos ritmos. Aunque es fundamental cumplir la tarea II, no es insana una evitación de estas emociones transcurrido poco tiempo tras el fallecimiento. Tengamos en cuenta la intensidad de la tristeza y de la rabia en ese momento. Pensemos que evitarlas o desconectarnos de ellas cuando ha pasado muy poco tiempo tras la muerte, es un recurso para sobrevivir sin colapsar.
  • TAREA III: Adaptarse a un mundo sin la persona perdida. Esto va a implicar cambios en la actuación y desempeño en la vida cotidiana del superviviente. Modificaciones en la propia imagen que tiene de sí y en las creencias, valores y supuestos acerca del mundo en el que se vive.
  • TAREA IV: Recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo. Teniendo en cuenta que Worden, al proponer esta tarea no estimulaba a sustituir o a olvidar al ser querido. Reemplazar es imposible. La idea es darle un lugar en la memoria sin que su recuerdo impida al superviviente sentir interés y afecto por otras personas o cosas.

Particularidades del duelo perinatal:

La principal característica distintiva del duelo perinatal es que en este proceso vida y muerte van muy unidas explícitamente. Cuesta comprender y adaptarse a que cuando se está esperando vida, la muerte con su inevitabilidad haga aparición. Esta paradoja tan inesperada resulta contradictoria para el ser humano y contribuye a que el proceso se recrudezca.

Quizás lo mencionado contribuya a que la muerte perinatal sea un tema tabú. Algo censurado y relegado al silencio. Si de por sí la muerte sigue siendo algo de lo que, en nuestra sociedad, cuesta hablar, la muerte perinatal lo es aún más. Que estas pérdidas tengan que quedar en la sombra, elimina o merma las posibilidades de hablar de ello y de ser escuchada. A menudo a estas no se las reconoce  como tal. Las/os dolientes, al sentir que no pueden hablar del dolor inherente a la ausencia de lo esperado, se exponen a aplicar aquello tan peligroso de “no lo pienses”. Desde ahí, desde ese no pensar, van a encontrase y a menudo autoimponerse mil obstáculos en el camino a la elaboración de su duelo.

Si bien en todos los duelos hay que aceptar que las expectativas no se harán realidad, en estos duelos aún más. En estos casos esas expectativas se basan mucho más en la fantasía de la madre, el padre, los familiares, etc. Aunque en toda pérdida hay un componente simbólico de “lo que podía haber sido y no será”, en la muerte perinatal ese componente es indudablemente mayor. La pérdida en estos casos es más simbólica que real. Hay una pérdida de la esperanza que se tenía, de la ilusión por el bebé que venía en camino, por la maternidad y paternidad proyectadas.

La mujer que pierde a su bebé, sobre todo si esta pérdida ocurre durante el embarazo, es muy probable que tienda a sentirse culpable. A menudo afloran sentimientos de fracaso como mujer y rabia hacia el propio cuerpo que no ha conseguido “dar vida”. Esto unido a que tradicionalmente la mujer ha aprendido a no hablar acerca de su sexualidad, menstruación, fertilidad o menopausia dificulta que se expresen pensamientos acerca del suceso.

No olvidemos que las parejas de estas mujeres también han perdido a su bebé. Con frecuencia se considera esta pérdida como exclusiva de la gestante, obviando que para el otro progenitor también se ha desvanecido lo puesto en esa criatura. Como si por no haber llevado dentro a ese niño/a su dolor por la imposibilidad de alcanzar lo esperado y deseado no fuese legítimo. Claramente, la inversión somática y emocional que la mujer embarazada ha hecho es mayor que la que hace su pareja, pero la pérdida es común.

No es raro que el dolor que le sigue a estos fallecimientos se vea desautorizado por el entorno familiar, amistoso e incluso sanitario. A menudo los y las dolientes tienen que escuchar frases que no solo no ayudan, además empeoran la situación. Frases como: “tienes más familiares/ hijos”, “mejor ahora que más tarde”, “podrás tener otro”, “no es nada en comparación a…”, “ya tendrías que estar mejor”.   A consecuencia de ello y de los puntos mencionados, no es de sorprender que asiduamente en cuanto a pérdida perinatal se cree un silencio generalizado.

Cuando se siente que el dolor no está justificado, no se valida, no se permite, se juzga y no se legitima, se instala el silencio. Y el monstruo del dolor se alimenta precisamente de este silencio. Para elaborar y conectar con la emoción hay que emplear el lenguaje: hablar y pensar. Es importante matizar que, en el caso de los abortos voluntarios, también habrá que elaborar ciertas pérdidas. Esta suele ser una decisión compleja y delicada. La elaboración dependerá de la situación y el marco general en el que se encuadre la persona o pareja.

El entorno, ¿Qué hacer y qué no hacer ante alguien en duelo gestacional?:

La actitud de las personas cercanas a los dolientes es muy importante. Puede ayudar a sobreponerse al dolor o a fomentar que el proceso se estanque. A continuación van algunas ideas básicas sobre cómo enfrentar la situación.

Qué hacer:

  • Ofrecer consuelo o como mínimo, acompañamiento.
  • No esquivar o rehuir el dolor, la rabia, la frustración, la tristeza, etc. de la persona en duelo.
  • Comprender y permitir que el doliente hable sobre su pérdida. También que decida no hablar, permitir y tolerar sus silencios.
  • Anticipar fechas o acontecimientos dolorosos, por ejemplo cumpleaños o aniversarios. La propuesta de actividades de cara a acompañar en estos momentos es una opción.
  • No esperar a que el doliente pida ayuda. Ofrecérsela, visitarle o llamarle.

Qué no hacer:

  • Invalidar su dolor. Pretender que no sienta o no piense en la pérdida.
  • Minimizar las emociones de tono hedónico negativo que siente.
  • Asumir una actitud paternalista, diciendo al doliente lo que tiene que hacer o cómo.
  • Desaparecer.
  • Aislar a la persona de su círculo familiar o amistoso. Esto es diferente a respetar la intimidad de la persona en duelo.

Cristina Albo Mulas.

Psicóloga Sanitaria Nº Col.: M-32247.

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