¿Existe la libertad de decisión?

El concepto de libertad consciente o, en un plano más filosófico, de “libre albedrío”, alude a grandes rasgos, a la capacidad de controlar las conductas propias. Al poder de decisión que se tiene. Desde ese concepto se comprende al ser humano como propietario de su voluntad. Y puede que sea así, que el ser humano sea dueño de sus actos, pensamientos y disposiciones, pero ¿es libre a la hora de hacerlos suyos?

Consciente vs inconsciente:

Para cuestionar la afirmación de que el ser humano siempre decide libremente, hemos de hacer una diferenciación entre lo consciente y lo inconsciente. Imaginemos un cubo lleno de un líquido denso y opaco. Pensemos que introducimos un objeto pesado que queda en el fondo del cubo. Al asomarnos, no lo veremos, pero ese objeto está ahí, contenido en ese recipiente. Simplificando mucho, nuestro inconsciente sería equiparable en términos perceptivos a todo aquel material que está dentro del cubo pero oculto por el líquido. Imaginemos que, paralelamente hay algunos objetos que, por ser menos densos que el líquido, flotan sobre él al lanzarlos al cubo. Esos objetos equivaldrían a aquellos aspectos (pensamientos, sensaciones, emociones, impulsos, deseos, etc.) que podemos percibir directamente, al contenido de la consciencia.         

Eso que se haya en la consciencia, la parte que percibimos directamente, se relaciona con la planificación de acciones voluntarias y la asunción de decisiones conscientes. Ahora bien, lo consciente y lo inconsciente no están totalmente separados. Se ha demostrado que el material que queda por debajo también posee gran influencia a la hora de poner en marcha conductas conscientes. Tal vez no podamos dar información voluntariamente de ese material ubicado por debajo del umbral de la consciencia. No obstante, dicho contenido influye en nuestro comportamiento, en nuestras emociones y también en las decisiones que tomamos. Pero de aquello de lo que no somos conscientes no podemos hacer un manejo libre.

Confluencia entre procesos conscientes e inconscientes:

Como ya se ha comentado, no hay una escisión total entre lo consciente y lo inconsciente. Algunos ejemplos ilustrarán como ambas partes están encadenadas. Los procesos automáticos son una buena muestra de ello. Durante el proceso de adquisición de una habilidad, p ej.: montar en bicicleta, conducir o caminar, activamente ponemos nuestros recursos en cada paso a implementar para la consecución de la acción. Somos conscientes y monitorizamos cada uno de los movimientos necesarios para ello: ajustar el sillín, mantener el equilibrio, dirigir el manillar, frenar o impulsarse, etc. Una vez se han repetido las veces requeridas estas acciones y se han aprendido, montaremos en bici casi de manera automática. Pero ¿qué ocurre si hemos de explicar a alguien cómo se realiza esa acción? Seguramente necesitemos pararnos a hacer consciencia de la secuencia de operaciones que solemos llevar a cabo cuando recurrimos al uso de nuestro vehículo.

El experimento que realizó el neurólogo Benjamin Libet en la línea de lo comentado es esclarecedor. En él solicitaba a los participantes que realizasen un movimiento concreto de su muñeca. Se les colocaron electrodos para medir su disposición a la acción a través de su actividad cerebral. Esta variable se registraba mediante electroencefalograma. También se colocaron electrodos en la muñeca que registraban el tiempo exacto en el que los sujetos realizaban el movimiento. Por otro lado, se les pedía que se fijasen en que posición exacta estaba situado el segundero de un reloj en el momento en el que subjetivamente creían haber dado la orden de mover la muñeca. Lo que llamativo fue que el potencial cerebral (intención inconsciente de mover la muñeca) fue casi medio segundo anterior a la intención consciente de moverla.

Los resultados del experimento de Libet, denotan que la sensación de que voluntariamente controlamos nuestras acciones, de algún modo es ilusorio. Los mecanismos reales que controlaban los movimientos, se producían antes de ser conscientes de ir a realizar el movimiento. Este tipo de estudios procedentes de la neurociencia nos deja varios interrogantes. Uno de ellos es si primero pensamos y luego actuamos o si nuestro organismo tiene el deseo de actuar, lo ejecuta y tras ello somos conscientes.

Libertad de decisión:

A menudo consideramos que nuestras acciones dependen en exclusiva de nuestra voluntad.  Uno de los mayores temores del ser humano es el caos, el descontrol. Antes que aceptar que el porcentaje de circunstancias de nuestro alrededor que podemos controlar es mínimo, caemos en la ilusión de control. Así, negándonos esa realidad, nos negamos sus consecuencias. Encubrimos que estamos expuestas/os al desorden y sobre todo, que somos vulnerables a él. Si tendemos a contarnos que tenemos bajo control aquello que está fuera de nosotras/os, aquello que está en nuestro interior creemos controlarlo mucho más.

Las decisiones que tomamos son absolutamente relevantes no solo para nuestra supervivencia, también para nuestro bienestar. Contándonos que elegimos de forma voluntaria y consciente y que conocemos plenamente los agentes que nos llevan a decidir, nos sentimos más seguras/os, menos indefensas/os.

Entendiendo la voluntad como algo consciente, se ha demostrado que no siempre se decide libremente. Con frecuencia hay factores que escapan a nuestra consciencia que nos condicionan a la hora de decidir. Algunos de estos factores pueden tener que ver con el contexto presente del sujeto, con su historia de vida, con la historia de vida familiar, etc. Elementos o acontecimientos de su mundo externo que han dejado su impronta en el mundo interno  y de los cuales la persona no se ha percatado. Material de un mundo interno que no ha sido traducido y que sigue determinando las elecciones del sujeto sin que este se dé cuenta. Probablemente haya otro tipo de contenido del inconsciente que nos condicione a la hora de decidir. Sin embargo, poder vislumbrar al máximo posible aquello que está en nuestro mundo interno, contribuirá a que tomemos decisiones con mayor nivel de consciencia y libertad.

Por otro lado, no olvidemos que la libertad conlleva asumir responsabilidad en cuanto a las consecuencias de las elecciones que se hacen. Difícilmente sabremos hacernos responsables de aquello que hemos hecho o decidido sin saber muy bien por qué. Movidas/os por una fuerza que desconocemos. En ese punto, nos percibiremos como víctimas constantes. Tal vez estemos mirando nuestro cubo y percibamos los elementos que se hallan en la superficie. Pero no olvidemos que bajo el líquido opaco hay mucho más contenido que no estamos apreciando. Y para sentirnos libres y seguidamente responsables, es esencial mirarlo.

Cristina Albo Mulas

Psicóloga Sanitaria Nº Col.: M-32247

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