06 Nov El gran misterio de la autoestima
En nuestro día a día oímos y hablamos de autoestima sin llegar a ser conscientes de la influencia y las consecuencias que tiene en nosotros/as mismos/as. La gran pregunta que necesitamos responder es ¿Qué es la autoestima y cómo se construye?
Siendo pragmáticos, la definición es “valoración generalmente positiva de sí mismo” (según la R.A.E.). ¿Generalmente positiva? Mejor empecemos por hablar de ella como la forma en la que nos vemos y nos valoramos, es decir, cómo de capaces y valiosos nos sentimos. Pensar que tenemos la capacidad de resolver y enfrentar los objetivos y retos que se nos plantean es un pilar fundamental de la construcción de una autoestima sana. Si además, le sumamos sentirnos seguros/as de nuestras competencias y de los resultados que conseguimos, hablaríamos de una autoestima sana.
¿Tener buena autoestima significa ser un/a egocéntrico/a?
La respuesta es no. Tener una autoestima sana implica tomar conciencia de nosotros/as mismos/as, de nuestras virtudes y defectos, de nuestros valores, habilidades, fortalezas, debilidades, etc. Por eso, se puede tener una autoestima “positiva” o “negativa”, sana o insana. La autoexigencia, la tolerancia a cometer errores y el diálogo interno influyen en la dirección que tome nuestra autoestima.
¿Cómo se crea?
La autoestima se va formando en función de las experiencias de vida. Lo que nos ocurre y como nos lo contamos, influye en cómo nos vemos, en nuestro concepto de nosotros/as mismos/as. Pero, ¿es estable e inamovible? No. Es dinámica y está en constante evolución. ¿Si tengo una autoestima baja puedo trabajar para mejorarla? Sí. ¿Cómo? Poniéndola a prueba.
¿Cómo retar nuestra autoestima?
Tenemos el concepto de que trabajar la autoestima es algo laborioso y que requiere ejercicios o sacrificios. Sin embargo, es más sencillo de lo que esperamos. Algunas de las pautas que podemos hacer son:
- Mejorar la relación con uno/a mismo/a: tomate tiempo para conocerte y para entenderte, qué cosas o personas te hacen sentir bien o cuáles te hacen sentir mal. Reforzar aquello que nos hace sentir cómodos nos ayuda a vernos y prestarnos atención en lo positivo.
- Mejorar el diálogo interno: tendemos a buscar situaciones y sucesos que confirmen nuestro discurso y creencias. Si me hablo de manera negativa, por ejemplo, con frase como “nada me sale bien”, intentaré confirmar con hechos esa creencia. Probar a hablarnos de manera compasiva, como si fuéramos nuestro/a mejor amigo/a, ayuda a que intentemos buscar situaciones que nos ayuden a mantenerla. “Lo hago lo mejor que puedo” o “lo volveré a intentar de otra forma para conseguirlo”, son frases que nos pueden ayudar a validarnos y valorar el esfuerzo que hacemos.
- Ponernos objetivos alcanzables pero que supongan un reto. Si el objetivo es lejano, podemos intentar dividirlo en etapas o acciones que nos lleven a alcanzarlo.
- Expandir el pensamiento evitando la dicotomía. Las experiencias son más que blanco o negro, bien o mal, positivo o negativo.
- Mejorar la autoexigencia: si relacionamos ser perfectos con tener una autoestima sana el golpe que nos daremos será peor. Tener una autoestima sana implica ser consciente de que nos podemos equivocar. Reconocer nuestros errores y aceptar que somos humanos nos ayuda a mejorar nuestra relación con nosotros/as mismos/as.
- Expresar lo que nos gusta, apetece, queremos, opinamos o necesitamos. Esto implica poner límites de una manera asertiva y comunicarnos intentando no hacer daño a los demás, pero siempre, sin olvidarnos de nosotros/as mismos/as.
La autoestima no es sólo cómo nos vemos y cómo nos valoramos, también afecta en cómo nos relacionamos con los demás. Trabajar en ella nos sirve para poder sentirnos válidos/as y capaces, y para relacionarnos de una manera sana y asertiva con los demás.
Es importante que nos tratemos bien, que nos reconozcamos y que sepamos que pase lo que pase, somos capaces y merecemos la pena.
Ana Jiménez Tello
Psicóloga General Sanitaria Nº Col. M-32774
No Comments