La carga de los secretos

Últimamente Laura ya no se siente bien con Patricia, su pareja desde hace 5 años. Laura busca consuelo y desahogo en Sonia, amiga de la pareja. Le confiesa las fracturas que siente que existen en su relación. Laura se siente mucho mejor ahora, más desahogada y liberada. Le pide a Sonia que sea discreta con Patricia, que le guarde el secreto, que por favor haga como si no supiese nada.
El fin de semana se organizan para quedar Laura, Patricia, Sonia y Carlos, la pareja de Sonia. En un momento dado, Patricia se queda a solas con Sonia, quien no sabe muy bien cómo manejar la situación. Patricia habla de asuntos relativamente banales. Aun así Sonia se siente incómoda, no sabe qué decir y qué no, intenta disimular el peso del secreto que Laura ha compartido con ella. Controla la información que le aporta a Patricia con objeto de “que no se le escape” algo relacionado con aquello que se ha comprometido a guardar. Se siente tensa y cohibida, algo que contrasta con su espontaneidad habitual. En este momento la interacción entre Patricia y Sonia está claramente teñida, contaminada y guiada por el secreto, paradójicamente aquello que se quiere ocultar.
En múltiples situaciones nos vemos forzadas y forzados a guardar secretos, a mantener discreción con alguna información que sabemos o a ocultar datos. Los secretos son de algún modo inherentes a las relaciones sociales, pero hay algunos cuyo peso es muy elevado e inevitablemente nos sobrecargan. Me refiero a aquellos secretos que ocultan información relacionada directa o indirectamente con el sufrimiento de alguien. Y son a esos a los que aludo en este artículo.
Es importante hacer distinción entre secreto y derecho a la intimidad. Está bien que no queramos compartir cierta información sobre nosotras mismas y que ese contenido quede en el ámbito de lo íntimo, de lo privado. No hay motivos para revelarle a nuestras parejas, padres, amigos o personas de nuestro círculo absolutamente todo lo que hacemos, sentimos o pensamos. La cuestión es que lo íntimo no suele molestarnos mientras permanece en esa parcela, mientras que los secretos no nos hacen sentir bien.


¿Por qué “pesa y cansa” guardar un secreto?

Una vez que nuestra mente establece como objetivo principal ocultar una información, el trabajo que tiene que realizar es doble. Por un lado nos centramos en eso que debemos ocultar. Por otro nos focalizamos en implementar acciones para tener esos datos bajo control y no cometer el error de expresarlos. Es decir, constantemente el secreto estará presente, no únicamente por el impacto emocional de su contenido sino también por su categoría de secreto. Esto hace que la inversión de recursos cognitivos y emocionales sea enorme, quedando menos energía disponible para el resto de tareas de nuestra mente.
El funcionamiento sería similar al ejercicio de no pensar en un elefante rosa. Cuando nos proponemos no hacerlo, nuestra mente primero tiene que tener en consideración ese contenido en el que no debe pensar. Después, apartarlo de la consciencia pero a la vez tenerlo presente para eliminarlo por si aparece de nuevo. Por eso resulta tan complicado cumplir el objetivo de no pensar en el elefante rosa.


¿De qué manera influye guardar secretos?


Es incuestionable que guardar un secreto nos genera angustia. Nos convertimos en portadoras y portadores de algo que nos presiona desde dentro. Es como si nos debatiésemos en una lucha interna; hacer visible el secreto y soltarlo, o mantenerlo por miedo a las repercusiones negativas que desvelarlo tenga.
Como he dicho anteriormente, los secretos que nos generan malestar son aquellos en los que de un modo u otro está implicado el sufrimiento (propio o ajeno). A veces para proteger a otras personas –o preservar la relación que tenemos con ellas- contenemos y ocultamos información que nos pesa y nos duele. Mantener esa estrategia no sólo es agotador. Además nos priva del consuelo y comprensión que podríamos obtener al compartirlo con personas en quienes confiamos.

De alguna manera, nos aleja de las personas importantes de nuestro entorno, lo cual genera o aumenta la sensación de soledad y/o de incomprensión. Así, tampoco podemos modificar las creencias que hemos generado acerca de la información que ocultamos. Si no debatimos con otros sobre el secreto, solo conocemos nuestro punto de vista y únicamente contamos con nuestro juicio acerca del mismo. Si ese juicio no es del todo justo o realista, al no tener la oportunidad de incorporar la reflexión externa, será más difícil cambiarlo.


¿Qué efectos positivos tiene desvelar un secreto?


Es importante decidir bien con quien compartirlo. Suele ser más fácil hacerlo inicialmente con personas que no están implicadas en el evento que se está tapando. De este modo descubriremos nuevas formas de ver y manejar esa información sin que se contagie de la subjetividad de individuos involucrados en ella. Descubriremos nuevas formas de pensar ese secreto y a nosotros y nosotras mismas en relación a ello.
Cuando se comparte un secreto se comparte también la carga emocional que conlleva. De alguna forma se derriban las barreras que nos separan de los demás, que nos hacen diferentes a ellos por tener una cuestión oculta. En la mayor parte de los casos nos damos cuenta de que los demás no nos abandonan ni se alejan al revelarlo, sino que nos acompañan. Esto a su vez hace que la sensación de culpa que supone el mantener ciertos secretos se reduzca.

Cristina Albo Mulas
Psicóloga Sanitaria Nº Col.: M-32247

No Comments

Sorry, the comment form is closed at this time.

Abrir chat
1
Contacta con nosotros vía Whatsapp
¡Hola!
¿En qué podemos ayudarte?