Salvadores Víctimas y Perseguidores

Es posible que te hayas planteado por qué en algunas relaciones te sientes cómoda o cómodo, la cosa parece fluir con relativa facilidad y en otras sientes que en apariencia no hay comprensión ni satisfacción en ninguna de las partes, hay un conflicto, ya sea velado o explícito aunque la relación se prolonga en el tiempo sin grandes cambios.

Usualmente cuando no nos sentimos bien en una relación es porque estamos metidas o metidos en un juego psicológico, colocándonos en alguno de los roles de lo que se conoce como el Triángulo Dramático de Karpman, en la que podemos ver salvadores víctimas y perseguidores y cuya representación es la siguiente:

Triángulo Dramático de Karpman, podemos ver salvadores víctimas y perseguidores

Esta propuesta tiene como objetivo dar una explicación sencilla de algunos problemas relacionales. De ella se asume que, cuando se dan interacciones repetitivas y dañinas, las personas involucradas están colocadas en alguno de los vértices de este triángulo, asumiendo los papeles de: Perseguidor/a, Salvador/a o Víctima. Lo normal es que, una vez dentro del triángulo, haya una tendencia a colocarse principalmente en uno de los tres roles, aun siendo así suele oscilarse entre ellos pasando de uno a otro.  Por ejemplo, una vez que entramos dentro del triángulo podemos pasar de colocarnos en un rol de Víctima a colocarnos como Perseguidores, o de Salvadores a Víctimas o de Perseguidores a Víctimas.

Esos son solo algunos ejemplos de los movimientos que se pueden realizar dentro de esta figura. Las flechas de la imagen que ilustra este texto señalan los posibles cambios de rol que pueden darse en función del contexto general en el que nos movamos y/o las personas con las que nos relacionemos.

Por otra parte cabe añadir que estos papeles son complementarios y unos no pueden existir sin otros. Remitiéndonos nuevamente a la imagen, el eje de la comunicación que se establece desde esos tres papeles está contaminado por la manipulación y la ambigüedad, en lugar de hallarse los implicados ante un intercambio claro de puntos de vista o peticiones transparentes y directas.  Veamos algunas características de estos roles:

PERSEGUIDOR

Cuando alguien se coloca aquí tiende a estar pendiente de los demás pero con actitudes agresivas. Culpa, acusa y desaprueba las conductas del resto esperando que se comporten en función de sus deseos, aunque esto no sea justo para los demás. La emoción predominante suele ser la rabia, no obstante esta le sirve para esconder la tristeza y la vergüenza y tapar la sensación de vulnerabilidad y /o de falta de control. Uno de los problemas de aquellas personas que se colocan reiteradamente aquí, es que niegan sus conductas intimidatorias y cuando las reconocen las justifican considerándose víctimas del mal comportamiento de otros, lo cual les puede hacer colocarse en el vértice del triángulo que corresponde al rol de Víctima.

En general tienden a creer que todas sus acciones y modos son correctos, no elaborando algún tipo de autocrítica. Es por ello que él o la Perseguidor/a siempre va a necesitar de una Víctima sobre la que verter su parte de responsabilidad y contra la que descargar su rabia.

 En conclusión, quienes tienden a relacionarse desde este papel buscan control recurriendo a la cólera y a la crítica.

SALVADOR

Desde aquí, la persona se preocupa en exceso por las necesidades y sentimientos de otros seres, incluso aunque esto pueda suponer un “sacrificio”.  Se siente responsable del bienestar ajeno y asume como propia la tarea de hacer que los demás se sientan a gusto. Suele estar desconectado o desconectada de sus necesidades y por ende también de sus emociones. Intenta evitar cualquier posible crítica y conflicto y comúnmente hace y dice lo que cree que los demás esperan que haga o diga. Normalmente subyace la creencia de que si se comporta así y cuida de los demás, será recompensado/a con reconocimiento y afecto o, como mínimo, evitará un castigo. Es decir, genera en los demás una deuda que si no es saldada puede empujarle directamente a posicionarse en el rol de Perseguidor o de Víctima (”Después de todo lo que he hecho por ti”).

El salvador desea que se le necesite, pues eso le hace sentir que tiene un objetivo vital, que es alguien útil. Es decir, el salvador siempre va a encontrar una Víctima a la que arreglarle la vida, siendo esta la base de las relaciones de codependencia. Uno de los problemas surge cuando esa Víctima no quiere ser salvada y/o no quiere ser Víctima. En este caso, son altas las probabilidades de que la persona que se ha colocado en el papel de Salvador, pase a colocarse en el de Víctima o Perseguidor.

En resumen, las personas que suelen asumir este rol buscan aprobación recurriendo al sacrificio y a la culpabilidad.

VÍCTIMA

Quien está colocado o colocada en este rol  se siente vulnerable e indefenso o indefensa. La actitud que toma es la de la queja constante. Se percibe como una Víctima de las circunstancias, de los demás, del pasado o de cualquier entidad que considera no está bajo su dominio (aunque lo esté). Siempre hay un motivo para quejarse y sentirse y mostrarse frágil, es por eso que busca la ayuda de los demás a través de la manipulación y de generar sentimientos de pena y/o de culpa. Es el rol de la indefensión, del desamparo y –aunque en los tres roles se siente miedo- del terror. De lo dicho se deduce que la Víctima establecerá relaciones con Salvadores/as, de quienes aparentemente esperará que le resuelvan sus problemas, o con Perseguidores/as, cuyas acciones justificarán su queja.

La mala noticia es que la Víctima a priori no se atreve a salir de su papel, pues en cierta medida constituye su identidad, además de ser el  único modo que conoce de relacionarse –aquí, igual que en los otros papeles, operan los beneficios de lo malo conocido-. Así pues, el o la Salvador/a verá frustrados la mayoría de sus intentos de salvación, pasando al rol de Perseguidor/a y justificándose así el rol de Víctima del primer/a jugador/a. Y, aún en caso de que la Víctima sea salvada, seguimos teniendo malas noticias: esto sólo afianzará su posición quejumbrosa en el mundo. Por otro lado, cuando la Víctima siente que no se le salva, aumentan las posibilidades de que pivote hacia el rol de Perseguidor.

Para concluir…

En suma, aquellas personas que se manejan desde este vértice del triángulo buscan satisfacer su necesidad de seguridad a través del temor y la vergüenza.

Llegado este punto quisiera aportar algunas sugerencias que podrían ser útiles para salir del Triángulo Dramático y hacer que nuestras relaciones sean espacios confortables. Hay dos cuestiones esenciales; la primera es hacer consciencia de las pautas de conducta que seguimos en aquellas interacciones que nos generan malestar, reconociendo en qué rol tendemos a colocarnos y qué activa que pasemos de uno a otro, además de identificar qué rol asumen las personas con las que tendemos a relacionarnos. La segunda es responsabilizarnos de nosotras y nosotros mismos, sin culpar a los demás, ni comprometiéndonos con lo ajeno obviando lo nuestro o buscando que otros nos resuelvan aquello que tenemos pendiente. Sin perder de vista que cuando se entra en el triángulo se suele pivotar entre los tres roles pasando de uno a otro, proporciono algunos apuntes fara facilitar el cambio según la posición que más se tienda a ocupar:

El/ la Perseguidor/a tiene que acostumbrarse a no llevar la razón siempre, a reconocer las carencias que tiene y le llevan al enfado, a conectar y manejar la vulnerabilidad de la que huye pero no escapa y a ponerse en el lugar de los demás.

El/la Salvador/a ha de dejar de calcular su valía en función de la ayuda que proporciona. Buscar momentos de felicidad en lugar de buscar ser buena o bueno. Le vendría bien focalizarse más en qué necesita directamente y en cómo satisfacerlo -con independencia de los deseos de los demás- colocarse en el centro de su propia vida, salir de asuntos ajenos y marcar límites para cuidarse.

La Víctima ha de hacerse consciente de sus propios recursos, de su poder y adquirir las habilidades necesarias para aprender a cuidarse. Además de dejar de mirar fuera buscando que otros resuelvan lo que sólo él o ella puede resolver.

Cristina Albo Mulas.

Psicóloga Sanitaria Nº Col.: M-32247.

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