Vínculo y amor: elementos esenciales para el aprendizaje

Hasta hace unos años, e incluso actualmente, es frecuente que padres y madres consulten por problemas que atañen al aprendizaje escolar de sus hijos/as. Ejemplo de ello son las consultas relacionadas con la falta de atención, dificultades en la memorización o algunas inhibiciones intelectuales. A menudo son los propios docentes, quienes alarmados por las dificultades en este sentido de alguno/a de sus alumnos/as, sugieren la necesidad de una intervención psicoterapéutica. En el aprendizaje existen ingredientes clave a tener en cuenta, ingredientes que se dan tanto en el colegio como en casa: vínculo y amor.

El colegio

Tengamos en cuenta que, el colegio no representa un espacio cualquiera. Es una institución relativamente reciente cuya función inicial no fue tanto la de educar. Originalmente, a raíz de la Revolución Industrial, las escuelas servían como lugar donde dejar a los hijos/as para que los padres pudiesen trabajar más horas.  Así, cabe plantearse la cuestión, ¿por qué un niño aprendería? Además, en la mayoría de los casos, los conocimientos curriculares van a contramano de los intereses espontáneos de la infancia. Por cierto, suele ocurrir que un/a niño/a demasiado curioso/a sea un/a mal/a alumno/a, como refleja la vida de muchos intelectuales que tuvieron un mal desempeño escolar. Un ejemplo paradigmático es el del físico Albert Einstein.

Las notas

El colegio no es un espacio independiente del sistema de calificaciones que promueve. Como institución, se encuentra asociada al dispositivo de evaluación. En el colegio, una de las primeras cosas que aprende un/a niño/a es a ser evaluado/a. También a llevar a casa notas y/o sanciones sobre su comportamiento.

La cuestión que surge de esto es, ¿un niño estudia porque tiene ganas?  ¿O porque obtiene del colegio la posibilidad de recibir una imagen positiva que ofrecer además a sus padres? Como anteriormente señalaba, el contenido curricular, al menos de manera inicial, no va en la línea de los intereses genuinos de las/os niñas/os. Es por amor (hacia sus padres, hacia sus profesores/as) por lo que un/a niño/a estudia. Los niños empiezan a estudiar porque es lo que se espera de ellos, más que por un acto sincero de curiosidad. Si un niño se adhiere al saber de su profesor o profesora es por la gratificación que obtiene al haberse adaptado a lo esperado. Es por el vínculo que mantiene con su docente y con sus progenitores.

El acto de conocer

El aprendizaje siempre hunde sus raíces en motivos emocionales. El acto de conocer no es una habilidad abstracta, sino un modo de relación. Es necesario tener en cuenta que el conocimiento implica mediación a través de la relación con el otro. En términos generales aprendemos en el vínculo con los demás, y el conocimiento académico no escapa a esta norma. Cuando el aspecto relacional del aprendizaje no se tiene en cuenta, el tratamiento de las dificultades en este campo suele ser exclusivamente disciplinario (premios/castigos). Y los efectos de esta metodología son a menudo ineficaces.

Parémonos a pensar en la etimología del término “alumno”. Esta palabra nos remite a alere, que proviene del campo semántico de comer. Por tanto, la palabra alumno/a, denota a aquel o aquella que  “se deja alimentar”. Para que el niño/a  adquiera el rol de alumno/a y aprenda, ha de poder colocarse en una posición nutricia en relación con el otro. Se tienen que dar las condiciones para que el niño/a quiera nutrirse de los conocimientos que el/la maestro/a le puede proporcionar. Y esas condiciones sin un buen vínculo, no van a ocurrir.

Un caso como ejemplo

Pondré como ejemplo para ilustrar lo dicho el caso de un menor, alumno de educación primaria. Los padres de este niño le llevaron a consulta muy preocupados porque no estudiaba. Tras la evaluación pertinente se concluyó que tanto el menor como su sistema familiar eran sanos. Las dificultades del niño se explicaron al caer en la cuenta de que en cuatro meses había cambiado tres veces de profesora.  De esta manera  es imposible que el alumno pueda situar a la docente en ese lugar de referencia y seguridad necesario. En ese lugar que combina la sabiduría con la ternura del reconocimiento y la mirada hacia él. Es sólo por ese amor que el niño puede renunciar y/o reprimir su curiosidad espontánea y natural en el aula para focalizarse en adquirir conocimientos curriculares.         

                        Cristina Albo Mulas

Psicóloga Sanitaria Nº Col.: M-32247

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